«No ordenes. Busca» En esta sencilla instrucción de uso de Gmail, el servicio de correo electrónico de Google, se condensa una filosofía del conocimiento nueva para nosotros, los inmigrantes digitales. Es una forma de aprender y de procesar la información tan distinta de lo que hemos visto que nos está costando un poco acostumbrarnos. Y es que a nosotros nos educaron para que guardásemos los datos en carpetas físicas y mentales.
Nos enseñaron que debíamos ordenarlo, archivarlo y memorizarlo todo: los ríos, los reyes godos y los informes económicos de años anteriores. Era la única manera que teníamos para recuperar después esa información.
Hoy las cosas han cambiado. Observando a mi hijo Carlos, el digital nativo que tengo en casa y del que siempre trato de aprender, me he dado cuenta de que él no siente ninguna necesidad de ordenar y almacenar la información. No hace ningún esfuerzo por memorizarla. Sólo precisa saber dónde está. En el momento en que lo necesite, accederá al conocimiento «just in time». La lógica que él emplea es aplastante: actualmente, el conocimiento es tan fugaz que lo que era verdad hace unos meses, hoy ya no lo es. Casi a cada momento surgen nuevos datos, investigaciones y descubrimientos que dejan a la información anterior desactualizada. Por eso sólo tiene sentido recuperar esa información en el momento preciso de uso.
En esta nueva situación han influido dos poderosas circunstancias:
El crecimiento exponencial del conocimiento
En el siglo III AC, Aristóteles instituyó un sistema según el cual la tierra era el centro inmóvil del universo y, a su alrededor giraba el sol con otros planetas. Esta teoría perduró hasta que Copérnico, en el siglo XVI, cambió el paradigma y situó el sol en el centro del universo. ¡Tuvieron que pasar nada menos que 18 siglos hasta que se produjo el cambio! El conocimiento avanzaba a un ritmo extraordinariamente lento. Eran necesarios cientos de años para modificar el punto de vista o la concepción de algo. En esas condiciones, merecía la pena memorizar una «verdad» que no mutaba.
En cambio, hoy vivimos tiempos exponenciales. Hay cerca de 3.000 millones de búsquedas en Google cada mes. El número de mensajes de texto enviados al día supera a la población completa del planeta. Se publican más de 3.000 libros nuevos diariamente. La información técnica, por ejemplo, se duplica cada 2 días. Esto significa que la mitad de lo que estudian los alumnos de una carrera técnica durante el primer curso estará desfasado ya en el tercero. Y esto es sólo el principio. Se prevé que, en 2010, esa información técnica se duplique cada 72 horas. Es decir, que en sólo 3 días esa información ya habrá perdido su vigencia. ¿Qué conclusión podemos extraer? Que no tiene sentido memorizar la información: primero, porque los datos crecen de forma exponencial, y resulta imposible interiorizarlos; y segundo, porque la información cambia y se actualiza con tanta velocidad que, en muy poco tiempo, pierde valor. Ha dejado de ser verdad. Ya no sirve.
El coste de almacenamiento de la información se acerca a 0
En el mismo siglo III AC la Biblioteca de Alejandría, en su momento la más grande del mundo, se cree que llegó a albergar cerca de un millón de ejemplares. Sus empleados, aparte de organizar los libros, hacían copias a mano de los volúmenes originales, y enviaban emisarios para encontrar nueva información en todas las culturas y en todas las lenguas conocidas del mundo antiguo una empresa sin duda colosal para los medios de la época. Pues bien, la información contenida en ese millón de ejemplares hoy cabría en unas cuantas unidades de almacenamiento al alcance de casi cualquier organización.
El avance de la tecnología ha hecho que el coste de almacenamiento digital hoy se sitúe muy cerca de 0. Cada año, incluso cada mes, aumenta la capacidad y disminuye el precio de los soportes. Tanto que algunos, como Google, Myspace o YouTube ofrecen al usuario un espacio casi ilimitado para que éste almacene sus correos electrónicos, fotos o videos de forma gratuita. Ni siquiera hace falta prescindir de la información antigua. Hay espacio suficiente para guardarlo todo. Dentro de esta nueva lógica, no tiene sentido ni ordenar ni memorizar la información. Una simple búsqueda es suficiente para encontrar, al instante, aquello que necesitamos. Nuestros hijos ya se han dado cuenta. Nosotros tenemos que hacer un esfuerzo por descubrirlo.