“Hace tiempo que avanzamos hacia la igualdad, un proceso que, si bien ha sido impulsado ocasionalmente por revoluciones, se alimenta con mayor frecuencia de movilizaciones sociales y demandas de mayor equidad” – Thomas Piketty

En un mundo donde la desigualdad parece crecer a pasos agigantados, las voces que buscan entender y cambiar esta dinámica son esenciales. Una de las más resonantes en el debate contemporáneo es sin duda la de Thomas Piketty, cuyo análisis audaz de la desigualdad ha revolucionado no solo el mundo académico, sino también las discusiones políticas y sociales. ¿Es la desigualdad un producto inevitable del sistema en el que vivimos, o es una elección ideológica que hemos tomado colectivamente? ¿Qué podemos aprender de la historia sobre las luchas y aspiraciones en torno a la justicia económica?

En la siguiente entrevista, nos adentraremos, con la ayuda de ChatGPT,  en el corazón del pensamiento de Piketty, explorando sus perspectivas, propuestas y su visión para un futuro más equitativo. Te invitamos a unirte a esta conversación inédita, donde la economía se encuentra con la historia, la política y la visión de que un mundo mas justo y equitativo es posible. ¡Bienvenidos al emocionante mundo de la igualdad!

El libro que cambió la conversación global

La mayoría de los libros escritos por economistas apenas venden unos pocos miles de ejemplares. “El capital en el siglo XXI “ (más de 700 páginas) de Thomas Piketty, vendió más de dos millones en todo el mundo en más de treinta idiomas.¿Qué hizo que un libro de historia económica fuera un éxito de ventas internacional? ¿Por qué había tanto apetito por el libro? ¿Fue la seriedad de las ideas económicas del libro, sus propuestas audaces para cambiar significativamente la estructura de riqueza y poder en muchas sociedades?.

El contexto político y social ciertamente puede influir en cómo se recibe un libro o cualquier obra académica, y en el caso de “El capital en el siglo XXI”  varios factores externos probablemente contribuyeron a su éxito. En el momento de la publicación del libro, la desigualdad era un tema de creciente preocupación en muchos países, particularmente en Estados Unidos donde el presidente Obama había señalado, en los meses previos a la publicación del libro, la creciente desigualdad como un problema clave para su segundo mandato, Cuando los ciudadanos y líderes políticos buscan respuestas a los problemas que perciben en la sociedad, las obras que proporcionan análisis y explicaciones detalladas pueden resonar de manera particular.

Indiscutiblemente, la obra de Piketty situó la desigualdad económica en el epicentro del discurso político global. La desigualdad no es algo natural, sino que requiere una explicación, una justificación de las reglas que permiten una adquisición legítima de la propiedad por parte de un grupo o un individuo. En concreto, desde 1980, aunque los más pobres han mejorado su posición, las grandes fortunas han crecido mucho más de lo que lo ha hecho la economía y, además, la riqueza se ha concentrado en los más ricos, haciendo que las clases medias hayan sido los grandes olvidados del crecimiento económico resultante de la globalización.

Los postulados de Piketty acerca de la acumulación de riqueza en manos de unos pocos, particularmente cuando el retorno del capital excede la tasa de crecimiento económico, se han erigido como un marco referencial en los debates de economía política. Antes de que su libro viera la luz, el foco del diálogo predominante se situaba en la desigualdad de ingresos. Su investigación sobre la historia económica ha cambiado el eje de este debate, integrando la desigualdad patrimonial y suscitando reflexiones más agudas acerca de la acumulación y la herencia intergeneracional de la riqueza

La desigualdad como ideología

JC: Thomas, en su libro “El capital en El Siglo XXI” uno de los argumentos principales es que “la desigualdad es una ideología”. Sostienes que la desigualdad no es un fenómeno natural, sino que se basa en decisiones políticas. ¿Podrías explicar cómo llegaste a esa conclusión?

TP: En mi libro, el término “ideología” no lleva una connotación negativa. En realidad, todas las sociedades necesitan de una ideología para justificar su nivel de desigualdad o una cierta perspectiva de lo que es beneficioso para ellas. A lo largo de la historia, no ha existido ninguna sociedad en la que las personas ricas simplemente afirmen: “Somos ricos, ustedes son pobres, punto final”. Esa postura no sería sostenible, y la sociedad se desmoronaría rápidamente.

En cambio, los grupos dominantes siempre han necesitado elaborar narrativas más complejas. Argumentan que su riqueza beneficia a la organización completa de la sociedad, proporcionando orden y estabilidad.  Si bien estos argumentos no siempre resultan completamente convincentes y a veces están claramente motivados por intereses propios, aún así tienen un grado de verosimilitud. Si fueran completamente falsos, simplemente no funcionarían.

En mi libro, realizo un estudio de la historia de lo que llamo “regímenes de desigualdad”, que son sistemas que justifican distintos niveles de desigualdad. Lo que demuestro es que ha habido un aprendizaje en torno a la noción de justicia. Con el tiempo, ha habido una reducción gradual de la desigualdad. Hemos aprendido a implementar la igualdad a través de medidas como un acceso más equitativo a la educación y sistemas fiscales más progresivos, entre otros ejemplos.

Sin embargo, este progreso y el conflicto ideológico persisten. En la práctica, el cambio histórico se origina a partir de ideas e ideologías en competencia, y no únicamente del conflicto de clases. Aunque la concepción marxista clásica sugiere que la posición de clase determina por completo nuestra visión del mundo, nuestra ideología y el sistema económico que preferimos, la realidad es más compleja. En verdad, para una posición de clase dada, existen diversas formas de organizar el sistema de relaciones de propiedad, el sistema educativo y la política tributaria. Existe una cierta autonomía en la evolución de la ideología y las ideas.

JC: Thomas, en su libro, destacas cuatro puntos esenciales acerca de la desigualdad como resultado de tu investigación que han llevado la desigualdad al centro del debate público:  ¿Podría desglosar y explicar brevemente la relevancia y las interconexiones entre estos puntos clave?.

TP: Por supuesto, estos cuatro puntos son esenciales para entender el argumento central de mi libro. Vamos a desarrollarlos uno por uno:

  • La desigualdad no es un proceso natural, sino que se basa en decisiones políticas. La desigualdad no es simplemente el resultado inevitable de las fuerzas del mercado o la tecnología. En lugar de eso, se deriva de decisiones políticas concretas que las sociedades toman, como la estructuración de regímenes fiscales, reglamentaciones laborales y sistemas educativos. A lo largo de la historia, diferentes sociedades con niveles similares de desarrollo tecnológico o económico han adoptado estructuras muy diferentes en cuanto a la distribución de la riqueza y el poder.
  • La desigualdad es una ideología que se utiliza para justificar la concentración de la riqueza y el poder. Las sociedades a menudo desarrollan ideologías o narrativas que legitiman y justifican las disparidades de riqueza y poder. Estas ideologías pueden basarse en méritos (la creencia de que aquellos con más riqueza la han “ganado”), en derechos divinos, o en cualquier otro conjunto de creencias que hagan que la desigualdad parezca “natural” o “justa”. La realidad es que estas ideologías son constructos sociales que se utilizan para perpetuar estructuras de poder.
  • La desigualdad tiene consecuencias políticas y sociales, como la polarización y la violencia. No se trata solo de números o de distribución de riqueza: la desigualdad tiene profundas implicaciones para la cohesión y estabilidad de las sociedades. Puede dar lugar a tensiones sociales, polarización política y, en casos extremos, a conflictos y violencia. Las sociedades altamente desiguales tienden a tener menos confianza social, mayores niveles de enfermedades mentales y físicas, y otros problemas sociales.
  • Se necesitan cambios en la estructura de la riqueza para abordar la desigualdad y crear una sociedad más justa. Dado que la desigualdad es en gran medida el resultado de decisiones políticas, puede ser abordada y corregida a través de la política. En mi libro propongo una serie de medidas, como impuestos más progresivos, inversión en educación y servicios públicos, y reformas en la propiedad y herencia. Al cambiar la estructura de cómo se distribuye y se acumula la riqueza, se pueden sentar las bases para una sociedad más igualitaria y justa.

JC: Sin embargo, en las democracias, el pueblo decide colectivamente a través del voto vivir en sociedades desiguales. ¿Por qué ocurre esto?

TP: En primer lugar, determinar el nivel exacto de igualdad o desigualdad resulta complejo. La desigualdad no es necesariamente negativa en todos los casos. Las personas persiguen diversos objetivos en sus vidas, algunos valoran el éxito material mientras que otros tienen metas distintas. Encontrar el balance adecuado de igualdad es un desafío complicado.

Cuando menciono que los factores determinantes de la desigualdad son ideológicos y políticos, no insinúo que deban desaparecer instantáneamente y que alcancemos la igualdad total en un corto plazo. Hallar el equilibrio apropiado entre las instituciones es una tarea ardua para las sociedades, aun considerando que, a lo largo del tiempo, ha habido una ligera reducción de la desigualdad. Creo que es necesario lograr un acceso más equitativo a la propiedad y la educación y que debemos continuar en esa dirección.

La historia nos ha demostrado que es un proceso no lineal. Con el tiempo, hemos avanzado hacia una mayor igualdad, lo que ha contribuido a la prosperidad económica del siglo XX. No obstante, también hemos enfrentado retrocesos. Por ejemplo, el colapso del comunismo generó desilusión en torno a la posibilidad de establecer sistemas económicos alternativos al capitalismo, y esto explica, en gran medida, el aumento de la desigualdad desde finales de los años 80.

Hoy, tres décadas después, estamos comenzando a cuestionar si nos hemos inclinado demasiado hacia ese extremo. Estamos repensando cómo podemos transformar el sistema económico. El desafío adicional que presenta el cambio climático y la crisis ambiental también ha dirigido la atención hacia la necesidad de cambiar nuestro sistema económico. Este es un proceso complejo donde las sociedades intentan aprender de sus propias experiencias.

En ocasiones, se olvidan de lecciones pasadas, reaccionan de forma exagerada y avanzan demasiado en una dirección. No obstante, considero que al poner en perspectiva la experiencia histórica, que es el propósito de mi libro, podemos entender mejor las lecciones y logros positivos del pasado.

La dinámica de la desigualdad

JC: Una de las afirmaciones mas debatidas de tu libro, es que la relación entre la tasa de crecimiento económico y los rendimientos del capital juega un papel fundamental en la generación y amplificación de la desigualdad en las economías capitalistas modernas. ¿Cómo desarrollas este argumento?

TP: Uno de los resultados de mi investigación es que en la economía de mercado, los rendimientos del capital, como los ingresos derivados de inversiones financieras o la propiedad de activos, tienden a crecer a un ritmo más rápido que la tasa de crecimiento económico. Esto significa que aquellos que poseen una cantidad significativa de capital pueden acumular riqueza más rápidamente que aquellos que dependen principalmente de ingresos laborales.

Cuando los rendimientos del capital superan la tasa de crecimiento económico a largo plazo, como ha sido observado en varias épocas y lugares, se crea un proceso de acumulación de riqueza heredada. Esto tiende a concentrar la riqueza en manos de una minoría, ya que aquellos con más capital pueden beneficiarse exponencialmente en comparación con aquellos que no tienen tanto capital para invertir. Como resultado, la desigualdad económica tiende a aumentar con el tiempo, ya que los ricos se vuelven aún más ricos y tienen una ventaja acumulativa sobre los demás.

Esta dinámica de acumulación de riqueza heredada contribuye a la persistencia de la desigualdad en el largo plazo, lo que puede ser problemático tanto en términos económicos como sociales. En este escenario, la herencia juega un papel más significativo, llevando a sociedades donde la riqueza y el estatus son transmitidos de generación en generación, y la posición socioeconómica de un individuo está fuertemente influenciada o determinada por la herencia, más que por sus méritos o esfuerzos individuales. Estas tendencias pueden alimentar el descontento social y minar la confianza en la democracia.

JC: ¿Pones en duda que los sostenidos niveles de desigualdad que predices para el resto del siglo xxi sean compatibles con los valores democráticos?

TP: No soy especialmente optimista sobre el futuro. Las lecciones del pasado sugieren que las perturbaciones violentas a menudo desempeñan un papel importante y que las instituciones democráticas formales no siempre responden al crecimiento de la desigualdad, especialmente porquemlas elites financieras pueden apropiarse de ellas. Pero quiero creer que podemos aprender de pasadas catástrofes y encontrar maneras más pacíficas y sostenibles de regular las dinámicas capitalistas.

Se debe ser cauteloso con cualquier determinismo económico en relación con las desigualdades de riqueza y renta. La historia de la distribución de la riqueza siempre ha sido profundamente política y no puede reducirse a mecanismos puramente económicos. La propiedad privada del capital está en el centro del debate de la desigualdad a lo largo de la historia. La historia de la desigualdad está moldeada por la forma en que los actores económicos, sociales y políticos ven lo que es justo y lo que no lo es, así como por los poderes relativos de esos actores y las elecciones colectivas que resultan.

Breve historia de la igualdad

JC: En la percepción de algunos, las desigualdades parecen ser no solo inevitables, sino incluso necesarias. ¿Qué respuesta ofreces a este punto de vista? ¿Dónde ves que las desigualdades son especialmente perjudiciales para la sociedad?

PK: A quienes sostienen esa perspectiva, les invitaría a explorar la historia y la evolución de la desigualdad en diversas sociedades. La historia nos muestra una rica variedad de trayectorias, con distintos grupos dominantes en cada era que presentan la desigualdad como algo intrínsecamente natural o como la única forma viable de organización. Sin embargo, un análisis profundo revela una vasta diversidad de estructuras sociales, las cuales pueden cambiar drásticamente, sobre todo cuando emergen movilizaciones políticas o se experimentan virajes ideológicos.

Mi reciente trabajo, “Breve Historía de de la Igualdad” analiza varios países, extendiendo el foco más allá de Occidente. Pongo bajo el microscopio naciones como India, China, Haití y Brasil, entre otros, presentando una evidencia aún más sólida que en “El Capital en el Siglo XXI”. Mi conclusión principal es que son los cambios ideológicos y políticos los que, en última instancia, determinan los grados y formas de desigualdad a través del tiempo.

No abogo por una igualdad absoluta; después de todo, cada individuo es único, con decisiones y aspiraciones propias. Sin embargo, lo que sí defiendo es la necesidad de establecer niveles de desigualdad que sean justos y equitativos. No ofrezco soluciones simplistas ni recetas mágicas.

Basta mirar el siglo XX: tras la Gran Depresión, asistimos a una revolución tributaria, con la adopción de impuestos progresivos, especialmente evidente en EE.UU. entre los años 20 y 70. Esta transición, junto con la creación de los estados de bienestar y sistemas de seguridad social, condujo, a largo plazo, a una disminución de la desigualdad paralela al florecimiento económico.

La nota positiva que deseo subrayar es que, históricamente, la prosperidad económica ha sido fruto de la inversión en educación inclusiva y equitativa. Por ejemplo, en los años 50, EE.UU. lideraba no solo económicamente, sino también en el ámbito educativo. Sin embargo, en los 80, con figuras como Reagan, hubo un cambio de dirección, priorizando la creación de riqueza por encima de la equidad. Y aunque esta ruta prometía empleo e innovación, no necesariamente condujo a una sociedad más equitativa o próspera.

Creo que también esa es la razón, en cierta medida, del cambio ideológico que estamos viendo hoy en los Estados Unidos. Con el surgimiento del nacionalismo, del lado de Donald Trumpse está intentando encontrar una nueva narrativa y una nueva explicación de las razones por las que la clase media estadounidense o los sectores económicos ubicados más abajo no se beneficiaron del crecimiento que les prometió Reagan.

Desigualdad, Nacionalismos y Populismos

JC: Observamos un resurgimiento del nacionalismo y el populismo en muchos países, a menudo vinculado a crecientes desigualdades. En tu opinión, ¿cómo influye directamente la desigualdad en el auge de movimientos nacionalistas y populistas?

TP: El incremento en la popularidad de partidos nacionalistas y xenófobos puede interpretarse, en gran medida, como una reacción a las tensiones y retos que implica la globalización. Estos movimientos políticos han demostrado ser hábiles capturando y encauzando las inseguridades y frustraciones de muchos ciudadanos, ofreciendo respuestas simplificadas a dilemas complejos.

Los desafíos que trae consigo la globalización, junto con la desigualdad y otros problemas actuales, son intrínsecamente complejos. Pero la narrativa nacionalista y xenófoba ofrece una salida fácil y directa, aunque no siempre acertada. Es menos complicado señalar a un grupo externo, ya sea migrantes, minorías o instituciones supraestatales, que enfrentar la problemática de raíz. El auge de las redes sociales y ciertos medios, que propagan desinformación y narrativas divisorias, ha intensificado la polarización y ha reforzado los discursos radicales.

Muchas personas, en este contexto de cambios veloces, sienten que su identidad, ya sea cultural o nacional, se encuentra en jaque. Movimientos nacionalistas y xenófobos brindan una narrativa reconfortante, asegurando que protegerán y restaurarán dicha identidad.

Adicionalmente, el retroceso en la oferta laboral en sectores tradicionales, sumado al auge de la desigualdad, ha avivado sentimientos de vulnerabilidad en vastas capas de la población. Los partidos con inclinaciones populistas de derecha han logrado captar y expresar ese descontento, prometiendo resguardar tanto empleos como la economía local ante las presuntas amenazas externas

Es esencial reconocer que si la izquierda o las corrientes centristas no proponen soluciones claras y efectivas para los problemas cotidianos de las personas, surge un vacío que otros actores políticos estarán dispuestos a llenar.

JC: ¿Y por qué cree que la derecha ha tenido más éxito en capitalizar estos sentimientos que la izquierda?

TP: Creo que en muchos casos, los partidos de izquierda o centro-izquierda han estado en el poder durante tiempos de crisis económica o social y, por lo tanto, son vistos como parte del problema en lugar de la solución. La idea de volver a “los buenos viejos tiempos” puede ser muy atractiva para aquellos que sienten que su situación económica o social ha empeorado con el tiempo. Esto puede llevar a votantes desencantados a buscar alternativas.

En algunos contextos, la izquierda no ha logrado presentar una visión coherente y convincente que contrarreste las propuestas de la derecha populista y los medios de comunicación y las plataformas de redes sociales han amplificado los mensajes de la derecha populista, ya sea por algoritmos que favorecen contenidos polarizantes o por influencia directa de actores políticos y económicos,

Para contrarrestar esta tendencia, es fundamental que existan propuestas claras y efectivas que aborden las preocupaciones legítimas de la población, sin caer en discursos de exclusión o división. El gran desafío para las democracias contemporáneas encontrar un equilibrio entre responder a las inquietudes de sus ciudadanos y mantener valores de inclusión, cooperación y derechos humanos.

El camino hacia la igualdad

JC: Su libro destaca un aspecto optimista ya que, según tu argumento, existe un movimiento arraigado que conduce hacia una mayor igualdad. ¿Podrías fundamentar esta afirmación?

TP:En efecto, en mi libro resalto una dimensión optimista en relación con la cuestión de la desigualdad. Mi argumento se basa en la observación de un movimiento arraigado en la historia económica y social que apunta hacia una mayor igualdad.

A lo largo de la historia, hemos presenciado luchas y transformaciones sociales que han desafiado las estructuras de poder y han contribuido a una disminución de las desigualdades en diferentes momentos y contextos. Estas luchas han surgido como respuesta a la injusticia y han resultado en cambios significativos en las instituciones y en las reglas que gobiernan la distribución de la riqueza y el poder.

Es cierto que las tendencias hacia la igualdad no son lineales y han experimentado altibajos a lo largo de los siglos. Sin embargo, es posible identificar un patrón histórico en el que, después de períodos de concentración extrema de riqueza, emergen movimientos sociales que buscan un mayor equilibrio y una distribución más justa de los recursos. Estos movimientos a menudo impulsan cambios legislativos y políticos que conducen a una mayor igualdad en distintas áreas, como la tributación progresiva, el acceso a la educación y la protección de los derechos laborales.

En la actualidad, estamos siendo testigos de una creciente conciencia sobre las implicaciones negativas de la desigualdad extrema en la sociedad y en la economía. Esta conciencia ha llevado a un renovado interés en políticas que promuevan la igualdad de oportunidades y reduzcan las brechas entre los estratos socioeconómicos. La movilización de la sociedad civil, el avance de la comunicación y la difusión de ideas han contribuido a este proceso.

JC: ¿Podría proporcionar ejemplos concretos de medidas que considere viables para reducir la brecha de igualdad en el actual contexto económico?

TP; Por supuesto, estas son algunas de las propuestas de mi libro para abordar la desigualdad:

  • Impuestos progresivos sobre la riqueza y la herencia: La implementación de impuestos progresivos más elevados sobre la riqueza y las herencias. Esto significa que las personas con mayores niveles de riqueza y herencias significativas estarían sujetas a tasas impositivas más altas. Esta medida busca reducir la concentración extrema de riqueza al gravar de manera más significativa a aquellos con mayores recursos, lo que, a su vez, puede contribuir a una distribución más equitativa de la riqueza en la sociedad.
  • Mayor transparencia en los flujos de capital: Aboga por una mayor transparencia en las transacciones financieras y los flujos de capital. Esto podría incluir la regulación de paraísos fiscales y la implementación de medidas que eviten la evasión fiscal y la elusión de impuestos por parte de individuos y empresas de alto patrimonio neto. Una mayor transparencia en estas áreas podría ayudar a reducir las oportunidades de ocultamiento de activos y fomentar una mayor contribución tributaria.
  • Cambios en la estructura de la riqueza: Propongo cambios en la forma en que se acumula y distribuye la riqueza. Esto podría lograrse mediante la promoción de inversiones en bienes que generen empleo y desarrollo económico, en contraposición a la mera especulación financiera. Además, planteo la necesidad de políticas que incentiven la inversión en sectores productivos y tecnológicos, lo que podría impulsar un crecimiento económico más inclusivo.
  • Medidas institucionales y políticas: En m,i libro enfatizo la importancia de implementar medidas institucionales y políticas que aborden directamente la desigualdad. Esto podría incluir la mejora de los sistemas educativos para garantizar un acceso equitativo a la educación, así como la promoción de políticas de protección social que reduzcan la brecha entre los estratos socioeconómicos. También se podrían considerar políticas que fomenten la participación democrática y reduzcan la influencia desproporcionada de los grupos de élite en la toma de decisiones.

JC: Una de tus propuestas mas llamativas, de un pago estatal único de 120.000 euros para todos los ciudadanos cuando alcancen la edad de 25 años, ha sido adoptada por Yolanda Diaz en España. ¿Qué objetivos se lograrían con esta medida?

TP: En primer lugar, este sistema de “herencia para todos” sería un complemento a un sistema de acceso universal a bienes y servicios públicos esenciales, como educación, salud, pensiones e ingreso ciudadano. La intención no es reemplazar estos beneficios, sino agregar esta herramienta a las ya existentes. ¿Cuál sería su propósito?

Imaginemos a alguien que tenga una educación sólida, buena salud, empleo estable y un salario adecuado. Sin embargo, debe destinar la mitad de su salario al alquiler, pagando a propietarios que obtienen ingresos de alquileres a lo largo de sus vidas. En este escenario, se plantea una cuestión. La desigualdad en la propiedad genera disparidades significativas en las oportunidades de vida. Algunos están destinados a alquilar durante toda su vida, mientras que otros reciben ingresos por rentas continuamente. Algunos pueden iniciar negocios o heredar empresas familiares, mientras que otros carecen del capital inicial mínimo necesario para empezar. Es esencial comprender que la distribución de la riqueza sigue concentrada en pocas manos en nuestra sociedad.

Aquellos sin riqueza están en una posición de negociación extremadamente vulnerable. Necesitan asegurar un empleo para cubrir alquiler y gastos mensuales, y a menudo deben aceptar lo que se les ofrece. Sin duda, para quienes carecen de recursos o en ocasiones solo tienen deudas, esta herencia única puede marcar una gran diferencia en sus vidas. Con ese capital, los jóvenes podrían invertir en iniciar un negocio, continuar con su educación, comprar una vivienda o invertir en otros proyectos que de otro modo podrían haber estado fuera de su alcance financiero.

Obviamente, la implementación y los resultados prácticos de tal propuesta requerirían un análisis detallado y probablemente variarían según el contexto económico y social de cada país. Por ejemplo, este tipo de pago podría ser financiado a través de un impuesto sobre la herencia o sobre la riqueza más grande. Así, en lugar de que las grandes fortunas sólo beneficien a unos pocos herederos, una porción se redistribuiría para beneficiar a todos en la sociedad.

Thomas, tu pasión y dedicación por desentrañar los misterios de la desigualdad económica y sus ramificaciones sociopolíticas es realmente inspiradora. A lo largo de esta conversación, nos ha mostrado que la historia, aunque marcada por desigualdades, también refleja una lenta pero constante marcha hacia la igualdad. Es alentador recordar que cada generación ha tenido la capacidad de acercarnos un poco más a una sociedad equitativa.

JC: Para acabar que podría decir a nuestros lectores para invitarles a a reflexionar sobre el papel que cada uno de nosotros puede desempeñar para fomentar la igualdad en nuestras comunidades y en la sociedad en su conjunto.

TP: La desigualdad, no es solo una cuestión de cifras y porcentajes, sino una manifestación profunda de nuestras elecciones colectivas. La lucha por la igualdad en todas sus formas es esencial para construir un mundo más justo y equitativo. No subestimen el poder de su voz y acción. Cuestionar las estructuras de poder y trabajar por la igualdad puede parecer un desafío abrumador, pero cada pequeño paso que demos puede marcar la diferencia. Eduquémonos, participemos en el diálogo público, apoyemos a quienes luchan por un cambio significativo y busquemos oportunidades para crear un impacto en nuestras comunidades. Al final del día, la búsqueda de la igualdad es una lucha colectiva y todos tenemos un papel importante que desempeñar en este camino hacia un futuro más equitativo y humano.

Gracias, Thomas, por compartir tus valiosas perspectivas y por recordarnos que el camino hacia la igualdad, aunque complejo, es posible.

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: