La capacidad de las empresas para anticipar los cambios y adaptarse a ellos es una condición primordial para sobrevivir en un mundo tan incierto y cambiante como el actual. Se trata de un problema de gestión clásico. Por eso podemos decir que, ante los enormes desafíos a los que se enfrentan nuestras organizaciones en la Era de la Colaboración, las preguntas clave siguen siendo las mismas:
¿Por qué hay empresas que perciben los cambios y son capaces de adaptarse a ellos, y otras que no los perciben, o piensan que todo se puede arreglar aplicando las mismas prácticas de siempre y un poco de «bricolaje»?
¿Por qué hay personas que aceptan rápidamente las nuevas ideas y los nuevos retos, y son capaces de abandonar su forma de pensar anterior y adaptarse a la nueva situación, mientras que otras se aferran tenazmente al dogma imperante en la organización?
Aceptar o rechazar el statu quo es una decisión fundamental a la que todos nos hemos enfrentado en algún momento de nuestras vidas. Frank J. Sulloway, investigador del Instituto de Personalidad e Investigación Social de Berkeley, y autor del best seller Born to Rebel, muestra con sus estudios que todos nos enfrentamos por primera vez a esta situación en nuestra propia familia, que es allí donde aprendemos a darle una respuesta, y que esto sucede en los primeros años de nuestra vida. De ahí que el orden de nacimiento sea uno de los factores que más poderosamente contribuyen a la configuración de nuestra personalidad y a nuestra capacidad para adaptarnos a los cambios. Se trata de un tema apasionante, que tiene un gran impacto en todos los ámbitos de la sociedad, incluido el liderazgo y la gestión de nuestras organizaciones, y que sin duda merece una reflexión.
La familia como punto de partida
¿Por qué a menudo hermanos que han vivido en unas condiciones aparentemente idénticas interpretan la realidad de una forma tan diferente? ¿Por qué, dentro de la misma familia, algunos niños acatan la autoridad mientras que otros son rebeldes? ¿A qué grupo pertenezco yo? ¿Estoy predispuesto a defender el sistema establecido o soy de los que se rebelan y apuestan por los cambios?
Quizás te hayas preguntado más de una vez por qué eres tan diferente de tu hermano o hermana, a pesar de que tenéis los mismos padres, sois de edades muy similares y habéis vivido en la misma familia. Posiblemente también habrás comprobado con cierta extrañeza que tus «almas gemelas» -aquellas personas que piensan, sienten y ven la vida de una forma muy similar a la tuya- no proceden de tu entorno familiar, no comparten contigo un solo gen y, además, se han criado en entornos, e incluso culturas, totalmente diferentes a la tuya.
Mi caso personal es un ejemplo bastante claro de esto que estamos comentando: soy el segundo hijo de la familia, y mi hermano mayor y yo nos llevamos apenas 11 meses. Los dos estudiamos la misma carrera -Ingeniería Industrial- en la misma ciudad –Barcelona- y nos alojamos en la misma residencia. Aunque yo fui un curso por detrás, tuvimos los mismos profesores y los mismos libros. Pero, a pesar de todas las circunstancias comunes, cuando oigo a mi hermano hablar de aquella época tengo la impresión de que fue a una universidad distinta, de que estudió una carrera diferente, y de que estuvo en otro lugar. En otras palabras: parece que hemos vivido dos realidades completamente distintas.
Nuestra sorpresa al descubrir las diferencias entre miembros de una misma familia procede de una premisa falsa: la familia no es un «entorno común», como tradicionalmente hemos pensado, sino un conjunto de nichos o micro-ambientes determinados por variables como el género o el orden de nacimiento. Cada uno de estos nichos ofrece a los hermanos diferentes puntos de vista y, por lo tanto, diferentes experiencias vitales que, al registrarse en los primeros años de nuestras vidas, resultan determinantes en la configuración de nuestra forma de sentir y de entender el mundo, es decir, en nuestra personalidad.
Al igual que sucede con muchas especies de animales inferiores, la descendencia humana compite por el favor de los padres. La personalidad de los hermanos varía en la medida en que cada uno adopta una estrategia diferente para competir, es decir, para conseguir los recursos -materiales y afectivos- de sus padres. Y la estrategia adoptada depende, en gran medida, del orden de nacimiento, que está estrechamente relacionado con variables básicas como la diferencia en edad, tamaño físico, energía, y la situación o estatus dentro de la familia.
Por sí misma, la competencia entre hermanos no genera diferencias en la personalidad. Pero el orden de nacimiento condiciona la estrategia que cada hermano va a seguir para obtener el máximo rendimiento. En otras palabras, una estrategia diferente implica una forma diferente de entender las cosas y de afrontar las situaciones. Estas disparidades hacen que los hermanos experimenten las relaciones familiares de manera diferente, a pesar de que en teoría comparten un entorno común, y acaben ocupando distintos roles dentro de la familia. Desde luego, no se trata de un fenómeno nuevo: hace muchos años, lo normal era que el mayor fuese a la guerra, el segundo se dedicara a una profesión liberal y el tercero tomase los hábitos.
En términos evolutivos, estamos hablando de supervivencia: para reproducirnos primero debemos superar la infancia y la niñez. Las diferencias de personalidad dentro de los miembros de una misma familia reflejan las diferentes estrategias que hemos empleado con este fin.
La biología y la competencia entre hermanos
La competencia en el entorno familiar y las diferencias originadas por el orden de nacimiento no son, desde luego, un asunto exclusivo del ser humano. Una gran variedad de especies animales presentan diferencias de comportamiento basadas en este factor. En ocasiones la competencia llega hasta el punto de transformarse en fratricidio.
En un reciente viaje a Costa Rica tuve ocasión de visitar el Refugio de Vida Silvestre de Caño Negro, uno de los espacios con mayor diversidad ecológica del país. Allí tuve la oportunidad de contemplar un espectáculo cruel y fascinante. Los caimanes esperaban pacientemente en el río, apostados bajo unos árboles cargados de nidos. Los polluelos de una especie de ave local acababan de nacer. Lo más sorprendente es que los caimanes no necesitaban que los pájaros cometiesen un error para llevarse una presa a la boca. Eran los propios polluelos los que trataban de empujar a sus hermanos pequeños fuera del nido para garantizar su supervivencia.
Los caimanes sabían, por experiencia, que tarde o temprano su paciencia obtendría recompensa. Y es que el fratricidio es bastante común entre las aves, especialmente en las marinas y en las rapaces. Hasta el punto que en algunas especies la hembra pone dos huevos, y el primer polluelo nacido picotea a su hermano más joven durante los primeros días de vida hasta ocasionarle la muerte.
La competencia entre hermanos también está bien documentada en los mamíferos, insectos, peces e incluso en la plantas. Un caso que me ha impresionado es el de un ciruelo indio que desarrolla semillas con 25-30 óvulos, todos hermanos. Solo un óvulo sobrevive, y por lo general es el fecundado en primer lugar. Lo sorprendente es que esta semilla, la primera en ser fecundada, segrega una sustancia química que impide a las semillas hermanas metabolizar la sacarosa, y que les hace, por tanto, morir de hambre.
La conclusión que podemos extraer es que la competencia entre hermanos tiene una fuerte componente biológica y es particularmente frecuente entre las especies que cuidan a sus crías. Los seres humanos no somos una excepción a este comportamiento que, en definitiva, está asociado a la supervivencia y la reproducción.
Hermanos sí, pero muy diferentes
Solemos pensar que lo que nos diferencia de nuestros hermanos es, esencialmente, que la mitad de nuestros genes es diferente. De ahí nuestra «atribución» a una u otra «parte» de la familia, plasmada en expresiones tan comunes como «es clavado a su padre» o » es un retrato de su madre». Pero las investigaciones de Frank Sulloway nos enseñan que hay otras diferencias muy importantes en la personalidad, y que estas diferencias se deben a que hemos vivido y experimentado el entorno familiar de forma totalmente distinta. Es decir, que la familia no supone una experiencia monolítica para los distintos hermanos. La realidad es que muchos de los factores que han condicionado tu experiencia familiar, como la edad, el tamaño y el poder, así como el estatus y los privilegios que disfrutaste siendo niño, fueron muy diferentes a los de tu hermano o hermana.
Si eres el mayor o la mayor en tu familia es muy probable que te hayas esforzado por imitar y complacer a tus mayores, que tu estrategia infantil haya sido la de alinearte con ellos, adoptando la perspectiva familiar de tus padres. Habrás notado sin duda que el álbum familiar está plagado de fotos tuyas en las que apareces junto a tus padres, orgullosos a tu lado. Tu estatus como primogénito fue superior al de tus hermanos menores y, por tanto, habrás luchado para mantener esta primacía frente a la «invasión» que suponía la llegada de tus hermanos y hermanas.
Por todo ello, tenderás a identificarse más estrechamente con los valores de la familia y estarás estrechamente vinculado a ella. Además, tus padres siempre habrán esperado que seas más consciente y responsable. Por eso recordarás perfectamente que cuando hacías alguna travesura conjunta con tu hermano menor tu padre te reñía por partida doble: primero, por haberte portado mal y, después, por “enseñarle esas cosas a tu hermano”.
Esta responsabilidad añadida lleva a los hermanos mayores a actuar, en no pocas ocasiones, como “padres sustitutos”. Esto hace que, ya en edad adulta, tiendan a ser más autoritarios, más orientados a la “función docente”. Su mayor conciencia de lo que está bien y lo que está mal les hace menos proclives a la rebeldía.
Si eres el segundo -o posterior- hijo o hija te enfrentaste a un reto completamente diferente: la lucha por conquistar un espacio alternativo y valioso, situado más allá de las posiciones ya ocupadas por tu hermano mayor, claramente identificado con la postura de tus padres. Habrás tenido a tu hermano mayor como modelo; habrás buscado insistentemente su aceptación, habrás luchado sin éxito por sentarte alguna vez en el sillón delantero del coche… En cualquier caso, es probable que hayas viajado más que tu hermano mayor y seas más abierto a otras culturas y perspectivas. Tu estrategia natural fue buscar nuevos espacios, intentar sobresalir en otros dominios en los que tu hermano mayor todavía no había ocupado una posición de superioridad. Esta es la razón por la cual los hijos no primogénitos -segundos y posteriores- son más abiertos a la experiencia y a la exploración.
Si ocupas la segunda posición, todavía encontrarás alguna foto tuya en el álbum familiar. Si eres el tercero o el cuarto, no sigas buscando porque es probable que solo aparezca la fotografía de la primera comunión, o alguna que te hicieron en el colegio.
Si te ha tocado la posición intermedia, no has disfrutado del dominio de los primogénitos, ni del mayor grado de atención que suelen obtener los últimos en nacer. Por lo tanto, habrás aprendido a sobrevivir en una situación más precaria que la de los demás, a utilizar tu buen humor para llamar la atención y a ser diplomático y político con el fin de salirte con la tuya.
La conclusión fundamental de la investigación de Sulloway es precisamente ésta: que las personalidades de los hermanos varían porque adoptan diferentes estrategias en la búsqueda del favor de sus los padres. Y su hallazgo más importante es que los hijos mayores se identifican con los padres y la autoridad, y con el apoyo al statu quo, mientras que los niños más pequeños se rebelan contra ella.
Sulloway presenta evidencia en su libro que estas diferencias entre los primogénitos y los hijos mas pequeños son el mejor indicador de si un científico apoyaría una teoría radical, como la teoría de Darwin de la evolución, cuando se propuso por primera vez. En el análisis de 28 revoluciones científicas diferentes, Sulloway encontró que los hijos menores fueron hasta diez veces más propensos a apoyar una nueva teoría que hijos primogénitos de mentes más conservadoras.
Por supuesto que hay diferencias substanciales entre las familias según la nacionalidad, cultura, situación económica, etc. Pero, en realidad, como niños estamos más preocupados por las diferencias de posición y poder dentro de nuestra propia familia, y son estas diferencias las que más nos afectan, y las que configuran nuestra personalidad adulta.
Una cuestión de probabilidades
Es importante reseñar que, con su teoría, Sulloway no pretende crear un método infalible para predecir la personalidad adulta, ni para detectar en qué posición ha nacido cada persona partiendo de su personalidad actual. Nada de eso. Sulloway subraya que la personalidad se ve afectada por tantas variables que no tiene sentido pretender que el orden de nacimiento, por si solo, puede servir como predictor de la personalidad. En palabras suyas, los rasgos de personalidad asociados al orden de nacimiento tienen «una relación de probabilidad, no de causa-efecto». Es decir, que el hecho de ser el mayor o el benjamín de la familia no determina, necesariamente, una característica de la personalidad, sino que incrementa la probabilidad de desarrollarla.
Al final, comprender que la rivalidad entre hermanos es un tipo de competencia empleado por el ser humano para sobrevivir, y que algunos rasgos críticos de la personalidad se forjan como resultado de nuestros esfuerzos para ocupar y defender nichos diferentes en nuestra propia familia, nos revela una faceta más -quizás poco conocida- de la diversidad en el ser humano.
El propio Sulloway se encarga de señalar que la relación arquetípica entre orden de nacimiento y personalidad presentas varias excepciones. Variables como el género, el tamaño de la familia, la clase social, la falta de uno de los padres, los divorcios y, sobre todo, el grado de conflicto existente entre los hermanos y los padres pueden alterar los efectos típicos del orden de nacimiento sobre la personalidad. Un ejemplo muy claro: los hijos primogénitos que mantienen un fuerte conflicto con su padres suelen asumir los atributos de rebeldía que, normalmente, se asocian a los hijos segundos y posteriores; como consecuencia, y siempre con el objetivo de diferenciarse, los hermanos menores tenderán a ocupar el nicho de responsabilidad comúnmente asociado al hijo mayor.
Por si esto fuera poco, los estudios realizados sobre la genética del comportamiento nos han permitido saber que el entorno es responsable solo del 50% de las variaciones registradas en la personalidad. Por todo lo dicho, aunque parece bastante evidente que existen diferencias de personalidad reales y duraderas entre personas que han ocupado distintos nichos familiares, no podemos tomar el orden de nacimiento -por si solo- como un predictor infalible de las actitudes o el comportamiento de las personas.
Orden de nacimiento y liderazgo
Aunque los estudios de Sulloway solo hacen referencia al mundo de la empresa de forma tangencial y -en cierto modo- anecdótica, los temas que aborda son muy relevantes desde el punto de vista de la gestión. Muy especialmente cuando nos referimos a la capacidad de las organizaciones y las personas para afrontar los retos planteados por la nueva Era de la Colaboración. ¿Por qué empresas como Eastman Kodak, Digital o General Motors no han sido capaces de afrontar los nuevos retos, mientras que otras como Apple o IBM han conseguido adaptarse y florecer en la nueva situación? Obviamente, las razones son múltiples y complejas. Y las conclusiones de Sulloway solo nos permiten aventurar una hipótesis de trabajo interesante para una investigación: el orden de nacimiento y el ámbito familiar de las personas que ocupaban posiciones de máxima responsabilidad en la empresa cuando ésta se enfrentaba a los retos de transformación han podido jugar un papel clave en el proceso de adaptación.
Teniendo en cuenta que la apertura a los cambios es una característica de la personalidad, y que refleja la flexibilidad que tenemos a la hora de modificar nuestros «modelos mentales», si las predicciones de Sulloway se confirman podemos inferir, como dice en sus entrevistas que “Cuando hay que realizar un cambio drástico, probablemente le resultará más difícil hacerlo a un CEO primogénito». Tal y como hemos comentado, su investigación apunta que los hijos primogénitos son más intelectuales, conformistas y autoritarios, ambiciosos y disciplinados, y que generalmente están interesados en preservar el statu quo. Es decir, son expertos en la gestión y mantenimiento del orden establecido. Tanto es así que más de la mitad de los presidentes de Estados Unidos han sido primogénitos. En cambio, los hijos segundos o posteriores suelen ser los más rebeldes, aventureros y receptivos a la innovación. La Revolución Francesa, la Teoría de la Evolución de las Especies, o la Reforma Protestante son algunos de los ejemplos en los que los hijos no-primogénitos han jugado un papel protagonista. En todos estos casos el orden de nacimiento fue el mejor indicador de que allí se encontraba un personalidad con el germen de la rebeldía.
Segun Sulloway los primogénitos, por su propia orientación al orden, la jerarquía y el logro, están sobre-representados entre los presidentes, los líderes políticos y los consejos de administración en general. En el trabajo suelen poner el énfasis en la tarea, y tienen tendencia a ser autoritarios, conservadores, poco flexibles, y temerosos de perder su posición o rango.
Según señalan los estudios de Sulloway, los hijos segundos y posteriores están abiertos a nuevas experiencias, son más innovadores, están preocupados por la equidad y la justicia, son más liberales en el ámbito político, y generalmente muestran una mayor empatía, buen humor y capacidades sociales. Por lo general son buenos en las negociaciones y en la búsqueda del compromiso, por lo que suelen ser buenos comerciales.
Si esto se confirma se trataría, desde luego, de una buena noticia para los hijos posteriores porque, como siempre decimos, la Era de la Colaboración requiere un liderazgo más flexible y adaptativo, capaz de ir más allá del tradicional «ordeno y mando».
A modo de resumen
El orden de nacimiento sea uno de los factores que más poderosamente contribuyen a la configuración de nuestra personalidad y a nuestra capacidad para adaptarnos a los cambios. Se trata de un tema apasionante, que tiene un gran impacto en todos los ámbitos de la sociedad, incluido el liderazgo y la gestión de nuestras organizaciones, y que sin duda merece una reflexión.
Aceptar o rechazar el statu quo es en la actualidad, una decisión fundamental a la que todos nos enfrentamos en algún momento de nuestras trabajo. Frank J. Sulloway, investigador del Instituto de Personalidad e Investigación Social de Berkeley, y autor del best seller Born to Rebel, muestra con sus estudios que todos nos enfrentamos por primera vez a esta situación en nuestra propia familia, que es allí donde aprendemos a darle una respuesta, y que esto sucede en los primeros años de nuestra vida. Por lo general, los primogénitos tienen carácter dominante, son concienzudos y ambiciosos, mientras quienes le siguen suelen ser de un ánimo más abierto a tomar riesgos y a desafiar el status quo que sus antecedores defienden.
Los seres humanos, al igual que sucede con otras especies de animales inferiores, competimos por el favor de nuestros padres, y para hacerlo adoptamos diferentes estrategias en función del nicho o posición familiar que hemos ocupado durante nuestra infancia. Cada posición en el orden de nacimiento tiene su propio conjunto único de características y atributos, y sus propias ventajas y desventajas. Por ejemplo, los logros y la ambición son rasgos muy comunes en los primogénitos, mientras que la persistencia y la creatividad son más frecuentes entre los hijos posteriores.
Pocos estarán en desacuerdo con que las primeras experiencias de la familia y la rivalidad entre hermanos constituyen influencias importantes en la formación de la personalidad. Del mismo modo, pocos lectores negarán que la personalidad es un factor crucial en el comportamiento del líder, su estilo de liderazgo y su éxito personal y profesional. En realidad, el debate se produce cuando intentamos describir las maneras específicas en las que el orden de nacimiento influye en la personalidad, la forma en que la personalidad influye en el liderazgo y, por lo tanto, las formas específicas en que el orden de nacimiento influye en el liderazgo.
Personalmente creo que la aportación más valiosa del orden de nacimiento reside en que nos permite plantearnos preguntas valientes acerca de nuestra personalidad y nuestro estilo de liderazgo, y no tanto en la posibilidad de obtener respuestas inequívocas. Lo que cada día parece más evidente es que el Liderazgo Adaptativo exige movilizar a las personas para que asuman las nuevas realidades y se enfrenten a los nuevos desafíos planteados por la Era de la Colaboración. Y todo parece indicar que, independientemente de si se trata de primogénitos o no, vamos a necesitar personas capaces de reinventarse como líderes, de cambiar prioridades, actitudes y comportamientos con el fin de prosperar en un mundo incierto, cambiante y cada vez más complejo.
¿Eres una de estas personas?
Me gustaría conocer tu opinión. ¿Crees que el orden de nacimiento influye en la personalidad de las personas? ¿Cual ha sido tu experiencia? ¿Tienes alguna anécdota personal que corrobore o contradiga las conclusiones de Sulloway?
Enhorabuena José Cabrera por tu maravilloso post que, como siempre, plantea cuestiones que nos conducen de forma irrvocable a la reflexión y al cuestionamiento de ideas y creencias que uno creía tener claras. Soy el hermano número once de una familia de 22 hermanos (vivimos 19 actualmente) y estoy convencido de la importancia del orden de nacimiento para ser de una manera u otra. Dicho de otra manera, creo sinceramente que mi personalidad sería otra si hubiera sido el número 2 o el 19. Los retos que he afrontado en el seno familiar han sido muy distintos a los que, sin duda, se enfrentaron mis hermanas primera, segunda y tercera, por poner un ejemplo. Mi nivel de empatía, por ejemplo, tiene mucho que ver, según lo planteado por Sulloway, con el orden en el escalafón de nacimiento. En mi caso concreto, me alegro de estar en la mitad de la tabla y no lo cambio por nada. Gracias por tu post José.
Excelente post José. Al leerlo te planteas lo que has vivido sin después reflexionarlo, hace pensar y extrapolar conclusiones a otras áreas. Me he visto muy identificado con los comportamientos expuestos para mantener la supervivencia, y que entre hermanos se manifiesta claramente mediante disputas, desacuerdos y juegos encubiertos. Soy el pequeño de dos hermanos, dos años menor que mi hermana, y durante la infancia y adolescencia se ha cumplido prácticamente todo lo que has expuesto en el post. Yo era el rebelde, el inconformista, el que contradecía la autoridad y no estaba de acuerdo con las normas establecidas, mi hermana todo lo contrario. Durante la infancia, mi hermana me dio un caramelo bastante grande de forma consciente, en otra ocasión me tiró de la cama, y en muchas otras nos peleábamos de forma seria. Todo esto muestra conductas de supremacía y supervivencia, de orden más biológico que social. Creo que el orden de nacimiento influye y condiciona y puede determinar en algún sentido, pero las circunstancias posteriores son las que incrementarán o mitigarán los rasgos de la personalidad.
Gracias por la reflexión.
mi caso es muy particullar soy la tercera del ceno familiar pero fui separada ala edad de 2 ños ,actualmente hay rivalidad con la 5 de mis hermanos (somos 9 en total),con eli la cual tiene un caracter explosibo e irasible .El punto es que hace 3 años apoyo mas a mi familia sobretodo alos dos ultimos de mis hermanos ,ella (elizabeth)segun confecion de una prima no tolera que le haya quitado autoridad con mis hermanos menosres ??? bueno esto es lo que estoy viviendo actualmente en resumen
Yo estoy bastante de acuerdo, incluso a pesar de que mi familia tampoco se puede considerar un arquetipo que pueda fácilmente ajustarse a las estadísticas y “predicciones” estadísticas que se dediquen de éstas. De echo debido a esto creo que en mi caso, existe una yuxtaposición entre los roles de los hermanos, debido una problemática familiar, que no detallaré, he podido constatar que en nuestro caso ha habido, quizás una mayor complicidad entre hermanos, por lo que los roles se han variado un poco, pero a grandes rasgos, hay hipótesis que pueden mantenerse y de hecho hay conclusiones que creo que son siguen siendo válidas, pues en nuestro caso concreto sigue siendo cierto que el hermano mayor a resultado ser, de algún modo el más responsable y el que antes a encarrilado su vida y además el que ha escogido el sendero más tradicional y a lo largo de su vida a asumido más responsabilidades familiares, yo por el contrario, que soy uno de los hermanos que se encuentra en el medio del seno familiar, de hecho somos cinco hermanos y yo soy el tercero, ni más ni menos: creo que soy de algún modo el que más necesidad tiene de hacer algo completamente diferente y de sobresalir, no en estatus social, sino en experiencias profesionales más innovadoras que el resto de la familia, por eso he encontrado en la informática el medio idóneo debido a que es de algún modo incluso un reto personal que me propuesto superar.
…Es más que evidente. que el lugar en que te toco nacer te hace tener características diferentes a los demás. En mi caso soy la mayor de siete -nacimos en este orden m,h,m,h,m,h,h- pero yo y mi quinta hermana, pasamos más tiempo viviendo con mi abuela y mi tia, entonces imagino que el rol del hermano mayor recayó en mi sgdo. hermano. Entonces entre los que se quedaron en casa, ha de haber habido algún tipo de competencias, lo ignoro. Desde los 16 años sali de casa fui a estudiar a otra ciudad; mi papá me pago el primer año y los otros 3 trabaje para pagar mis estudios, y ayudar a mis herman@s, apoye con sus estudios a mis primeros 4 herman@s, mi padre fue carpintero y no ganaba lo suficiente. Hasta el día de hoy, mis herman@s y yo nos llevamos muy bien!, nos apoyamos de la manera que cada quien puede, y nos queremos mucho!!…