“Las élites y las estructuras dominantes se verán sobrepasadas por los nuevos movimientos sociales, que basan su legitimidad en la transparencia y la confianza”. Manuel Castells 2002

El último Informe sobre la Democracia en España de la Fundación Alternativas pone sobre la mesa un análisis y un diagnostico, en mi opinión bastante acertado sobre el impacto de la crisis económica financiera en el estado de salud de nuestra Democracia. En el se señala la “ruptura progresiva entre la ciudadanía y la élite” como una de las consecuencias mas visibles de una crisis económica que está dejando secuelas de gran profundidad en nuestra sociedad, y que pone en cuestión nuestro sistema político, nuestras instituciones claves y los avances sociales conseguido en las últimas décadas.

Una democracia herida

El informe, que se ha realizado con la colaboración de una docena de expertos entre los que se encuentran sociólogos, periodistas, politólogos o economistas, diagnostica tres “heridas sin curar” de la democracia española, que no son precisamente heridas superficiales, sino heridas profundas que afectan seriamente a varios tejidos de nuestra sociedad, y que van a necesitar un tratamiento radical y sin duda prolongado para su curación:

  1. Una crisis económica que está teniendo efectos devastadores en una sociedad cada día mas desigual, empobrecida y desafecta, aunque no pasiva, sino todo lo contrario que se está movilizando en la búsqueda de un nuevo equilibrio entre las élites extractivas que se han adueñado de nuestra economía y las realidades económicas en el día a día de los ciudadanos.
  2. Una crisis política en la que los ciudadanos ya no se sienten representados por un sistema democrático deslegitimizado. Muchos ciudadanos vinculan las consecuencias de la crisis actual, a la corrupción y el clientelismo en los partidos políticos. Es cada día mas evidente que nuestra democracia se ha deteriorado y existe una ruptura cada vez mayor entre la ciudadanía y lo que se conoce como élite política, o en términos del nuevo partido político Podemos como la “casta”.
  3. Una crisis institucional. Cuando los partidos políticos, no cumplen con lo prometido en su programa, se corrompen o ocultan la verdad a los ciudadanos, la sociedad no solo termina perdiendo la fe en sus partidos políticos, sino que además dejan de creer en la eficacia de las instituciones públicas para defender sus intereses. Las nuevas generaciones de ciudadanos nativos digitales no comprenden las estructuras cerradas y opacas de los partidos políticos actuales.

Las tres crisis son igualmente graves y ponen en peligro nuestra convivencia y los valores democráticos sobre los que hemos construido nuestro estado del bienestar durante las últimas décadas. Al igual que en los momentos más difíciles de la transición fuimos capaces de encontrar la voluntad colectiva de superar las diferencias, en estos momentos necesitamos de nuevo regenerar nuestra democracia, y conectar con la voluntad colectiva de una sociedad que requiere eficacia, solidaridad, transparencia, y ética en sus instituciones. Entonces el sueño colectivo fue el paso de la dictadura a la democracia, ahora el sueño colectivo es la regeneración de nuestra democracia a través de la acción y la participación política de los ciudadanos.

Nuevos partidos para nuevos ciudadanos

Lo que si es cada día mas evidente es que en la Sociedad Red necesitaremos nuevos partidos, para los nuevos ciudadanos. Como dice muy bien Felipe Gonzalez, en su último libro En busca de Respuestas, no necesitamos reformar los partido políticos, necesitamos una verdadera reinvención de la Política con mayúsculas. Un verdadero rescate de nuestro sistema político, tal como hemos hecho con el sistema financiero.

Las últimas elecciones europeas con la irrupción de nuevos partidos políticos como Podemos, evidencian este nuevo tiempo político y el ocaso del bipartidismo. La gran paradoja es que no tenemos aún un modelo alternativo y que gran parte de las soluciones estructurales a los desafíos de la globalización no están a nivel país aunque este sea el ámbito donde se materializa la democracia participativa.

Lo que si sabemos es que el nuevo mundo global nos plantea retos especialmente complejos; retos que los partidos políticos tradicionales son incapaces de resolver. Y esto es así, en buena medida, porque sus estructuras y modelos de gobierno están basadas en un modelo jerárquicos que ignora tanto las exigencias como las posibilidades actuales de participación, colaboración e involucración de los ciudadanos en la política. Y es que desde su punto de vista fundamental —como maquinas de poder— los aparatos de los partidos políticos tiende a sobrevalorar el legado y las experiencias anteriores a expensas de la innovación y la adaptabilidad de sus estructuras a los nuevos desafíos.

No es cierto que no haya alternativas reales a nuestro sistema político. El problema es que no hay voluntad política para hacer lo que es necesario hacer, que no son unas pequeñas “reformas” en los partidos políticos o cambios menores en sus órganos de gobierno, sino una verdadera reinvención de nuestra instituciones en su conjunto en base a nuevos valores como son la trasparencia, la apertura y la participación ciudadana, necesarias para recuperar la credibilidad perdida y volver a conectar con la sociedad real.

La realidad nos muestra cada día que las estructuras jerárquicas  actuales tiene un coste muy elevado en términos de transparencia, iniciativa, creatividad y compromiso.  Cada día es más evidente que necesitamos rescatar a nuestros partidos políticos de sus «aparatos» actuales para hacerlos más abiertos, participativos y transparentes; para transformarlos en nuevos partidos capaces de conectar con la nueva realidad social y dar una respuesta colectiva —la única posible— a los nuevos retos.

Pera hacer los nuevos partidos realidad todavía tendremos que reconciliar dos estructuras distintas: la que ya conocemos, la jerárquica donde priman los intereses del partido y le da su capacidad de planificación y control, y nuevas estructuras redarquicas, más abiertas, que hagan posible la participación y colaboración de los ciudadanos y donde priman los intereses de la sociedad, la transparencia y el valor añadido de las personas. Necesariamente tenemos que repensar cómo queremos que sean nuestros partidos políticos en el futuro, y todo apunta a que las estructuras jerárquicas y altamente burocratizadas actuales no podrán adaptarse.

Las palabras son importantes y, obviamente, necesitamos nuevas palabras para representar la nueva realidad. Por eso he acuñado en mi reciente libro «Redarquía – Más allá de la Jerarquía» el concepto redarquía, para comprender mejor cómo afecta la nueva Era de la Colaboración a nuestras organizaciones. La redarquía, como estructura complementaria a la jerarquía,  hace posibles nuevos marcos de contribución en las organizaciones, no necesariamente ligados a ocupar posiciones de poder y autoridad en el organigrama, sino a la credibilidad y valor añadido de las personas.

La redarquía da a nuestras organizaciones una nueva dimensión social, no es una cuestión de tecnología, sino de ética, valores cultura y liderazgo. La redarquía, como motor de los cambios necesarios en los partidos políticos, nos permiten no solo abrir los partidos a la sociedad, sino crear nuevos marcos de contribución para los militantes, potenciar la emergencia de verdaderos activistas defensores de los cambios que se opongan al status quo actual, reducir el miedo a los cambios e incrementar la confianza, la colaboración y la innovación colectiva necesaria para hacer frente a los desafíos de su transformación.

La redarquía social. Los ciudadanos mandan

Cuando un político oculta la verdad o falta a una promesa electoral, la confianza en él disminuye. Disminuye también, por extensión, la confianza en el sistema hasta alcanzar su misma raíz. Con el tiempo, la sociedad no solo termina perdiendo la fe en sus líderes, sino que además deja de creer en la eficacia de las instituciones públicas para defender sus intereses. La transparencia que proporcionan internet y los medios de comunicación social ha contribuido notablemente al distanciamiento entre los ciudadanos y unos partidos políticos superados por las circunstancias, impotentes antes los cambios y, a la vez, seriamente dañados por los casos de corrupción, el clientelismo y el deterioro institucional.

Por otro lado, las nuevas generaciones de nativos digitales viven conectados, aprenden, procesan la información, innovan, colaboran se movilizan y hacen las cosas de forma sustancialmente distinta a las generaciones anteriores. Por ello no comprenden las estructuras cerradas y opacas de los partidos políticos actuales; se preguntan, no sin razón, por qué no coordinan el esfuerzo colectivo en base a estructuras más abiertas a la participación como las que ellos mismos utilizan en la web social.

Foto_15MEl movimiento 15M constituye un ejemplo claro de redarquía social emergente, un nuevo paradigma cultural, tecnológico y una forma innovadora de organizarse en comunidad sin un planteamiento ideológico específico que, sin embargo, se extendió a un ritmo acelerado, impulsado por la transparencia de las redes globales, que han dejado a la vista de todo el mundo la brecha que separa las expectativas de los ciudadanos y los intereses creados de las élites políticas dominantes. Así mismo, el éxito de Podemos en las recientes elecciones europeas ha puesto de manifiesto que las nuevas maneras de hacer política, descentralizadas y participativas, son el modelo del futuro.

Estos nuevos movimientos sociales emergentes adoptan distintas formas, valores y creencias según las necesidades específicas de la causa que les dio la razón de existir. Se trata, en otras palabras, de auténticos cisnes negros que, independientemente de que muestren indignación por la corrupción política, defiendan un mundo más justo, reclamen un trabajo digno, rechacen la banca global o propongan nuevas formas de vida alternativas, tienen un claro punto en común: constituyen un contra poder social.

Lo que si nos muestran cada uno de estos nuevos movimientos, es que la redarquía social  es incompatible con el uso arbitrario y personalista del poder, y con la utilización que muchas personas han hecho del aparato y la burocracia para obtener un provecho propio. Estos abusos destruyen valor, crean organizaciones injustas y desmotivan a las personas. De hecho, la mayoría de los conflictos entre redarquía y jerarquía surgirán en la línea que separa a los que quieren preservar los privilegios y el poder de la clase burocrática de aquellos que aspiramos a construir un mundo menos orientado al poder, más justo, equitativo y sostenible. Esta es la verdadera frontera entre redarquía y jerarquía. ¿De qué lado estás?

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