Cuando deshumanizamos al otro, no solo negamos su humanidad; erosionamos los cimientos mismos de nuestra democracia.

En la historia de nuestra democracia, pocos fenómenos resultan tan corrosivos y destructivos como la deshumanización en la arena política. Recientemente, esta nefasta táctica ha salpicado de manera muy personal al presidente Pedro Sánchez, poniendo a prueba no solo su resiliencia sino también la integridad de nuestro sistema político. La apertura de diligencias por parte de un juzgado contra su esposa, Begoña Gómez, por supuesto tráfico de influencias, es un reflejo claro de cómo la deshumanización se ha enraizado en las estrategias políticas de ciertos sectores, cruzando límites que jamás deberían ser traspasados.

Este episodio no es un caso aislado, sino el punto culminante de cinco años de constante acoso que ha incluido insidias, calumnias y ataques directos hacia su persona y más recientemente hacia su familia, llevando al presidente a reconsiderar su carrera política. Este clima tóxico, fomentado por sectores de la derecha y la ultraderecha, plantea una amenaza palpable no solo para los individuos directamente afectados, sino para la democracia misma. ¿Cómo hemos llegado a este punto en que la política no solo divide, sino que activamente deshumaniza a sus participantes?

Tampoco es un fenómeno exclusivo de España. En la última década, el panorama político europeo ha experimentado un cambio notable, con un incremento del apoyo electoral a los partidos de ultraderecha, que ha pasado de un 8% a un 13% en nuestro continente. Desde Hungría, donde la ultraderecha gobierna con gran fuerza, hasta Italia, liderada por una coalición en la que la ultraderecha juega un papel central, y en países nórdicos como Suecia y Finlandia, el fortalecimiento de los extremistas es evidente. Incluso en Portugal, el avance de estas corrientes ha sido notable. En muchos de estos países, la derecha no solo ha facilitado la integración de los extremistas en los gobiernos, sino que también ha adoptado sus discursos y políticas. Esta tendencia resalta la urgencia de abordar la polarización y la deshumanización como cuestiones que trascienden las fronteras nacionales y requieren una reflexión y acción conjuntas a nivel europeo.

Es imperativo que, como ciudadanos, nos involucremos en una reflexión profunda sobre la dirección que está tomando nuestra política. Debemos preguntarnos cómo podemos erradicar esta política del fango y restaurar los principios de respeto, equidad y justicia que son fundamentales para cualquier sociedad democrática. Este momento crítico para nuestro país requiere una introspección seria y un llamado a la acción. No solo está en juego el futuro de un presidente, sino el alma misma de nuestra convivencia nacional.

Este tipo de tácticas no solo pretenden minar la integridad personal y familiar del Presidente, sino que también están diseñadas para socavar lo que él representa: una visión progresista de España, continuamente validada por millones de ciudadanos en las urnas. Estos ataques no se dirigen únicamente contra su persona, sino contra un proyecto político socialdemócrata, que aboga por el avance económico, la justicia social y la regeneración democrática. Representan un intento de desviar la atención de los verdaderos problemas que enfrenta nuestro país y de las medidas concretas que el gobierno ha implementado para responder a las necesidades reales de los ciudadanos.

El punto de partida para nuestra reflexión ciudadana debe ser la toma de conciencia sobre cómo la deshumanización y la polarización política están erosionando los cimientos de nuestra democracia. Estos procesos no solo debilitan el respeto por la dignidad y la igualdad humana, sino que también comprometen principios esenciales como la transparencia, la justicia y el pluralismo. Este deterioro no es teórico: se manifiesta en la creciente aceptación de discursos que despojan a los oponentes políticos de su humanidad, en la aplicación desigual de las leyes y en una cultura de impunidad que se extiende más allá de la política. Por ejemplo, observamos cómo campañas de desinformación deliberadas socavan la transparencia y promueven narrativas falsas que polarizan a la sociedad, mientras que el uso selectivo de la justicia para perseguir a opositores políticos ilustra una desviación preocupante de la imparcialidad judicial que debería ser sagrada. Estos eventos son síntomas alarmantes de una democracia en crisis, y es imperativo que como ciudadanos, reconozcamos estas señales y consideremos su profundo impacto en nuestra convivencia política y social.

Cinco valores clave que están siendo particularmente afectados

En el núcleo de cualquier democracia robusta y sana yacen valores fundamentales que no solo estructuran nuestra convivencia cívica sino que también fortalecen nuestras instituciones y enriquecen nuestra vida en sociedad. Sin embargo, estos pilares democráticos se encuentran bajo una amenaza creciente debido a fenómenos corrosivos como la deshumanización y la polarización política. Estos procesos no son meros desafíos abstractos; tienen implicaciones profundas y concretas que amenazan cinco valores esenciales de nuestra democracia la dignidad humana, el diálogo plural, la participación ciudadana, la tolerancia y cohesión social, y la imparcialidad judicial. Cada uno de estos valores representa un aspecto esencial del tejido democrático que permite que las sociedades no solo sobrevivan sino que prosperen. La erosión de estos valores ya tiene una serie de consecuencias negativas en la actualidad, como el debilitamiento de las estructuras legales, el aumento de la polarización social, la disminución de la participación ciudadana y el deterioro del consenso y la solidaridad nacional.

El propósito de mi reflexión es contribuir al debate desde mi convicción personal de que la deshumanización y la polarización no solo constituyen ataques a principios individuales, sino que también se interconectan y refuerzan mutuamente sus efectos destructivos, poniendo en peligro la integridad y la viabilidad de nuestra democracia. Este análisis tiene como fin no solo destacar estas amenazas, sino también promover una reflexión crítica sobre las medidas necesarias para reafirmar y proteger los pilares fundamentales de nuestra convivencia.

1. Respeto por la Dignidad Humana:

Uno de los pilares fundamentales de la democracia es el respeto inherente a la dignidad de cada individuo. Este principio sostiene que todos los seres humanos merecen ser tratados con respeto y consideración, independientemente de sus diferencias. Sin embargo, la deshumanización en la política socava profundamente este valor al tratar a las personas o grupos como inferiores, despojándolos de su humanidad y reduciéndolos a meros estereotipos o categorías desvalorizadas. Este trato denigrante puede manifestarse en discursos que no solo despersonalizan sino que también demonizan, fomentando políticas que discriminan o excluyen a ciertos grupos, violando sus derechos fundamentales.

Desde la llegada a la presidencia de Pedro Sanchez, el esfuerzo de ambos partidos de la oposición se ha centrado en deslegitimar al Gobierno de España y a su presidente. Durante este tiempo, la derecha y la ultraderecha han empleado estrategias de deshumanización para socavar la figura del Presidente, a través de la utilización peyorativa del término ‘sanchismo’.» Este término ha sido cargado de una connotación extremadamente negativa, utilizándolo como un símbolo de corrupción e incompetencia, con el objetivo de deshumanizar al presidente y reducir su imagen pública a una caricatura malévola. Este tipo de tácticas no solo ataca injustamente la integridad personal del Presidente, sino que también ignora y desacredita los logros de su administración, que ha implementado políticas exitosas en áreas como la economía y el bienestar social.

Esta manipulación del lenguaje y la imagen pública es un claro ejemplo de cómo la deshumanización se utiliza en la política para atacar a individuos no solo en sus capacidades políticas sino en su esencia humana, despojándolos de dignidad y fomentando un ambiente de hostilidad y división. Tal estrategia no solo erosiona el respeto por la dignidad humana del líder en cuestión, sino que también impide un debate político sano y basado en realidades objetivas, sustituyéndolo por un enfrentamiento cargado de emociones y desinformación.

2. Diálogo y Pluralismo:

El pluralismo es un componente esencial de cualquier democracia que se precie de ser abierta y equitativa. Este valor sostiene que una variedad de opiniones, creencias y estilos de vida no solo deben coexistir, sino también ser activamente fomentados y protegidos. El pluralismo fortalece la democracia al garantizar que no exista una única «voz válida» y que todos los ciudadanos tengan la oportunidad de ser escuchados en un marco de respeto mutuo. Permite el debate abierto, el disenso y la deliberación constructiva, aspectos todos ellos vitales para la toma de decisiones informadas y justas.

La confrontación política permanente y la negación de la legitimidad del adversario se ven exacerbadas por la desinformación en redes sociales, lo que constituye una seria amenaza al diálogo y pluralismo en nuestra sociedad. Este fenómeno se manifiesta en un intento continuo por crear un clima político irrespirable, donde el objetivo es dividir a la sociedad y polarizar el debate público, fomentando un enfrentamiento constante. Esta dinámica de confrontación no se limita al ámbito discursivo; se extiende a acciones concretas que tienen un impacto significativo en la estructura política del país, como el intento inconstitucional de controlar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Este tipo de acciones muestra una total indiferencia hacia la erosión institucional que conlleva y subraya la grave amenaza que este comportamiento representa para el pluralismo y la capacidad de la sociedad de gestionar sus diferencias a través del diálogo constructivo.

Este tipo de ambiente no solo dificulta el entendimiento mutuo y la colaboración entre diferentes sectores de la sociedad, sino que también debilita la propia estructura democrática al socavar la confianza en las instituciones encargadas de preservar el equilibrio y la imparcialidad en la vida pública. Cuando el debate político se transforma en un perpetuo campo de batalla sin espacio para la negociación o el acuerdo, las posibilidades de progreso colectivo y desarrollo social se ven seriamente limitadas.

3. Participación Ciudadana:

La participación ciudadana es el motor que impulsa una democracia viva y funcional. Va mucho más allá del simple acto de votar; abarca la implicación activa de los ciudadanos en el diálogo y la deliberación pública continua, asegurando que el gobierno refleje verdaderamente la voluntad y las necesidades del pueblo. Este tipo de participación incluye desde asistir a reuniones municipales y formar parte de organizaciones civiles hasta participar en debates públicos y expresar opiniones en plataformas de medios sociales.

La creciente desilusión entre los jóvenes con respecto a sus perspectivas económicas y su lugar en la sociedad ilustra profundamente cómo la polarización política y la falta de diálogo entre los grandes partidos sobre estos temas de estado, pueden amenazar la participación ciudadana. Se les prometió que la educación y el esfuerzo personal les abrirían puertas a un futuro próspero y a una movilidad socioeconómica ascendente. Sin embargo, enfrentados a la inseguridad laboral y al estancamiento económico, muchos jóvenes han perdido la fe en estas promesas y, por extensión, en el sistema político que las respaldaba.

Este desencanto no solo pone en riesgo su bienestar económico, sino que también erosiona su voluntad de participar en procesos políticos. Al percibir que el sistema no cumple sus expectativas ni respeta sus esfuerzos, los jóvenes pueden sentirse alienados y desmotivados para votar, participar en debates públicos o involucrarse en actividades cívicas. Este retiro de la participación activa debilita la democracia, pues un sistema político que no logra involucrar a una parte significativa de su población joven está en riesgo de perder su relevancia y efectividad.

4. Tolerancia y Cohesión Social:

La tolerancia y la cohesión social son elementos cruciales para la estabilidad y prosperidad de cualquier sociedad democrática. La tolerancia, entendida como el respeto y aceptación de la diversidad de opiniones, creencias y estilos de vida, permite que diferentes grupos convivan en armonía y colaboren en la construcción de una comunidad integrada. Por su parte, la cohesión social se refiere a los vínculos que unen a los miembros de una sociedad, incluyendo los lazos familiares, lo que constituye una seria amenaza al diálogo y pluralismo en nuestra sociedad.

Sin embargo, la polarización extrema y la deshumanización presentan serias amenazas a estos pilares democráticos. La deshumanización, al reducir a individuos o grupos a estereotipos negativos y negar su valor humano, erosiona la tolerancia al fomentar actitudes de desprecio y exclusión hacia aquellos considerados «otros». Esto no solo promueve la segregación social, sino que también puede incitar a la hostilidad y al conflicto, rompiendo el tejido social que mantiene unida a la comunidad.

El impacto de una sociedad fracturada es profundo. Las tensiones y conflictos internos no solo consumen recursos y energías que podrían ser mejor utilizados en el progreso colectivo, sino que también desalientan la inversión, afectan la imagen internacional del país y reducen la calidad de vida de todos los ciudadanos. Para contrarrestar estas tendencias destructivas, resulta esencial desarrollar políticas y prácticas que fomenten la inclusión, eduquen en valores de respeto mutuo y contribuyan al dialogo y la cohesión familiar.

5. Imparcialidad Judicial 

La imparcialidad del sistema judicial es un requisito esencial para el funcionamiento justo de cualquier estado de derecho. Cuando la población comienza a ver las decisiones judiciales como influenciadas por factores políticos o ideológicos, y no por una evaluación objetiva de la ley y los hechos, la confianza pública en la capacidad de estas instituciones para administrar justicia de manera justa y equitativa se reduce significativamente.

Este es el caso de la decisión de un juzgado de Madrid de admitir a trámite una denuncia del sindicato Manos Limpias contra Begoña Gómez, esposa del Presidente, por presuntos delitos de tráfico de influencias y corrupción en los negocios. Esta decisión se tomó a pesar de que la denuncia se basaba únicamente en recortes de prensa y similares, sin pruebas adicionales que la sustentaran. Es importante destacar que el Tribunal Supremo ha establecido desde hace una década que la información mediática por sí sola, si no está respaldada por pruebas adicionales, no es suficiente para abrir una causa penal contra alguien.

Este incidente no solo pone en cuestión la coherencia y la adherencia a los precedentes judiciales establecidos, sino que también refleja cómo las decisiones judiciales pueden estar influenciadas por factores externos más allá de los meritos legales de un caso. La admisión de tal denuncia, en ausencia de evidencia sólida y basándose en informaciones mediáticas, puede percibirse como una forma de persecución política más que como un acto de justicia. Esto socava la confianza pública en la imparcialidad de los tribunales, esencial para el mantenimiento de un sistema judicial justo y equitativo.

La necesidad de actuar es ahora más imperiosa que nunca

Abordar la deshumanización y la polarización en nuestra sociedad no es tarea fácil, y no existen soluciones mágicas que puedan resolver instantáneamente estos problemas profundamente arraigados. Los valores democráticos requieren tiempo y un compromiso constante de todos los sectores de la sociedad para ser efectivamente cultivados y protegidos.La democracia es, en esencia, un ejercicio colectivo que depende de la participación, el respeto mutuo, y la tolerancia entre todos sus miembros. Estos valores son el cemento que une la estructura de nuestra sociedad y nos permite avanzar hacia objetivos comunes en un ambiente de paz y cooperación.

Por lo tanto, la necesidad de actuar es ahora más imperiosa que nunca. No podemos permitirnos ser meros espectadores en este crítico momento de nuestra historia. Cada ciudadano tiene un papel que desempeñar en la curación de nuestra sociedad: desde el educador que fomenta el pensamiento crítico entre sus estudiantes, hasta el periodista que se esfuerza por ofrecer una cobertura imparcial; desde el político que promueve políticas inclusivas hasta el ciudadano común que elige el diálogo sobre la división.

Los medios de comunicación tienen un papel significativo en la forma en que se percibe y se discute la política. Promover un código de conducta para los medios que desincentive la polarización y promueva una cobertura equilibrada y profundamente investigada puede ayudar a mitigar la deshumanización. Esto podría incluir directrices para evitar el sensacionalismo y el enfoque excesivo en conflictos y confrontaciones, así como incentivos para programas que fomenten el entendimiento y el diálogo entre diferentes comunidades y puntos de vista.

Como tecnólogo humanista, considero que la tecnología debe amplificar nuestra humanidad, no sustituirla. Estoy convencido de que la inteligencia artificial (IA) puede ser crucial para mitigar la deshumanización y la polarización en la política. Esto es posible mediante herramientas que identifican y filtran discursos de odio, desinformación y contenido polarizante en redes sociales y otras plataformas de noticias.

Juntos, tenemos la capacidad y la responsabilidad de reafirmar y revitalizar nuestra democracia. Esto requerirá esfuerzos sostenidos y conscientes para reintegrar los valores de respeto, justicia y diálogo en el corazón de nuestra vida pública. Solo entonces podremos asegurarnos de que la democracia, con toda su promesa de libertad y equidad, pueda no solo sobrevivir, sino prosperar para las futuras generaciones.

Actualización: La Decisión del Presidente

En los días previos a la publicación de mi reflexión, la pregunta que resonaba en la mente de todos era: ‘¿Qué hará finalmente el Presidente?’ Algunos opinaban que debería continuar en el cargo por responsabilidad política, mientras que otros consideraban que, aunque la política es importante, no se debe pagar un precio tan alto por servir al país. Personalmente, me inclinaba a pensar que las razones personales y familiares primarían, lo que probablemente llevaría al Presidente a preparar su dimisión y a apartarse temporalmente de la vida política española, con la posibilidad de volver en un futuro no muy lejano a la política europea.

De todas formas, le pregunté a ChatGPT que cree que debería hacer  Presidente y esta fué su respuesta: «En una situación tan difícil, lo más importante es ser fiel a uno mismo y a sus valores fundamentales. La política es significativa, pero no debe consumir completamente la salud y la felicidad personal. Si decide continuar, sería aconsejable tomar medidas para protegerse a sí mismo y a su familia de la toxicidad tanto como sea posible, mientras trabaja activamente para reformar el clima político. Si opta por renunciar, hacerlo con dignidad y un plan claro ayudará a asegurar que sus esfuerzos y sacrificios anteriores no hayan sido en vano.»

Hoy, esa pregunta ha sido respondida. Pedro Sanchez ha anunciado este lunes en una declaración institucional que se queda como presidente del Gobierno, tras un periodo de cinco días de reflexión que ha mantenido en vilo a su país y a su partido.

En su intervención, el Presidente ha reafirmado su decisión de enfrentar y liderar la lucha contra un fenómeno que considera uno de los problemas más serios a nivel global en la política actual: la desinformación y la polarización. Resaltó que estos problemas no son únicos de España, sino que forman parte de un movimiento reaccionario mundial que busca imponer una agenda regresiva mediante la difamación, el odio y el aprovechamiento de miedos infundados, que no tienen base en la ciencia ni en la racionalidad.

Su propuesta de regeneración democrática se centra en demostrar al mundo cómo se debe defender la democracia a través de un rechazo colectivo, sereno y democrático, que trasciende las divisiones partidistas y las ideologías. El Presidente ha subrayado su compromiso de liderar con firmeza esta cruzada desde su posición como presidente del Gobierno de España, marcando un rumbo claro hacia el fortalecimiento de los valores democráticos y la lucha contra la deshumanización y la división en la sociedad. Este enfoque no solo busca abordar los desafíos internos de España, sino también posicionarse como un líder en el esfuerzo global por una política más justa y basada en el respeto mutuo y la verdad.

El camino por delante exige que el Presidente y su equipo detallen y ejecuten políticas claras que aborden las causas y no solo los síntomas de la polarización y deshumanización que afectan a nuestra política. Será esencial que estas medidas no solo sean comunicadas de manera transparente, sino que también sean percibidas como genuinas y eficaces por el público. Nosotros, como observadores y participantes en este proceso democrático, debemos permanecer atentos y activos, asegurando que la promesa de regeneración democrática se traduzca en un cambio tangible y positivo para nuestra sociedad.

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