Un líder no es un líder sólo porque ocupa un «puesto» de líder. Ser el director o el presidente no garantiza, en absoluto, que las decisiones tomadas sean la más acertadas; sentarse en un determinado sillón, ocupar un determinado despacho, tener siempre la última palabra no son, desde luego, los rasgos que caracterizan a los líderes del futuro. Todas estas son recetas del pasado que ya no tienen ninguna utilidad. Sólo creando valor a través de las personas podemos construir un auténtico liderazgo sostenible en esta nueva Era de la Colaboración.

Adquirir el dominio del «arte de liderar» es extremadamente difícil. En primer lugar, hay que conocer en profundidad la naturaleza del liderazgo. Y contrariamente a lo que mucha gente cree, el desarrollo del liderazgo no es nunca un «evento» -una acción específica en el tiempo- ni un rasgo del carácter, sino un proceso continuo de aprendizaje y experiencias concretas.

Dicho en otras palabras, el liderazgo es un proceso colectivo de creación de valor a través de las personas, y no tanto un conjunto de  atributos individuales comunes a los líderes, ni una serie de características -como la honestidad, la integridad o la ética- que nos gustaría que nuestros líderes tuviesen.

El líder, los seguidores y el entorno

Hay algo que todos los líderes tienen en común: seguidores comprometidos con su visión. Por eso conviene analizar el proceso del liderazgo tanto desde la perspectiva del líder como desde el punto de vista de las relaciones entre el líder y sus seguidores.

Utilizando un enfoque ligado al proceso de creación de valor, podemos obtener una perspectiva global, centrada más en las relaciones entre el líder, sus seguidores y el entorno, que en la tradicional búsqueda de cualidades o características del líder único y carismático.

De esta manera podemos poner el énfasis en lo que hacemos como líderes para lograr los resultados, y no tanto en quiénes somos, de dónde venimos o qué puesto ocupamos. Por todas estas razones, es muy importante no limitarse al desarrollo del “líder”; hay que contemplar el desarrollo integral de la “persona”.

Nuevas habilidades

En los últimos tiempos el liderazgo efectivo ha cambiado, y es de esperar que cambie todavía mucho más en los próximos años. Los líderes del futuro se caracterizarán por disponer de nuevas habilidades, entre las que se encontrarán las siguientes:

  • el desarrollo de la identidad y las relaciones en las nuevas estructuras sociales emergentes de Internet
  • las nuevas capacidades de comunicación en el lenguaje natural de los nativos digitales
  • las capacidades de colaboración y la eliminación de los silos o compartimentos en las organizaciones
  • la habilidad y la actitud para compartir, aprender y ejecutar en redes globales y abiertas

Las nuevas exigencias que hemos mencionado son críticas para el futuro del liderazgo, tanto a nivel individual como en el seno de las organizaciones. Por un lado, estos nuevos desafíos revelan las deficiencias de los modelos de liderazgo en los que hemos seguimos basando el gobierno de nuestras instituciones: estructuras aisladas y compartimentadas, cerradas a la colaboración entre los distintos departamentos y sistemas. Por otro, los nuevos retos están poniendo a prueba las habilidades estratégicas y operativas de nuestros directivos y ejecutivos, y la capacidad de las organizaciones actuales para cambiar y avanzar hacia los nuevos modelos de liderazgo y creación de valor.

Son desafíos complejos que ponen en cuestión nada menos que las culturas, las estructuras, las prácticas y los métodos existentes; desafíos para los cuales aún no tenemos soluciones, ni mejores prácticas de aplicación general. De ahí, mi visión y mi planteamiento del liderazgo como una disciplina de desarrollo continuo, y no como una acción especifica en el tiempo.

Del liderazgo personal al liderazgo colectivo

Esto no significa que los líderes carismáticos vayan a desaparecer. Los líderes individuales fuertes y con carisma seguirán siendo importantes para el éxito de las organizaciones, particularmente en períodos de crisis e incertidumbre, y como catalizadores del esfuerzo colectivo para superar los retos actuales. Pero, al mismo tiempo, las organizaciones necesitarán recurrir al liderazgo colectivo para identificar los nuevos desafíos, entender sus implicaciones y trabajar de una forma colaborativa en la solución más adecuada.

Las soluciones individuales ya no son suficientes para resolver los problemas

El hecho es que hoy los problemas son demasiado complejos como para que podemos encontrar las soluciones de forma individual, en la soledad de nuestros despachos y nuestros silos organizativos. Debemos ir más allá en el ámbito de nuestra contribución, más allá incluso de los límites de nuestra organización. No creo que exista líder alguno capaz, por sí solo, de entender y dar repuesta a los problemas de nuestra sociedad.

Los titulares que día a día aparecen en los medios -recordándonos la situación de crisis en la que vivimos- no hacen sino reforzar esta afirmación. Por todo ello, hoy es más importante que nunca desarrollar un nuevo concepto de liderazgo colectivo, que ponga el énfasis en la acción colectiva y la colaboración, y que apueste decididamente por la transparencia como mecanismo de control imprescindible para la creación de valor.

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